La fotografía también es un arma

Bajo las aguas, justo en el punto donde desaparecen las tonalidades ámbar, rojizas y verdosas, es donde Luis Javier Sandoval Alvarado dice sentirse más cómodo que en la misma superficie. Quizá por eso viste ligero, porque cualquier momento pudiera ser el idóneo para tomar el equipo de buceo, de fotografía profesional y sumergirse en el reino de Neptuno.

Recientemente galardonado por el Museo de Historia Natural de Londres y la BBC, el fotógrafo subacuático habla con Luces del Siglo acerca de su inspiración, las penurias que atravesó para llegar a donde está y de su amor por el medio ambiente, forjado en su convivencia con asombrosos animales marinos que hoy se encuentran en peligro de extinguirse.

«Hubo un momento donde la tortuga dio un bocado, levantó la mirada y me vio como diciendo ‘¿me vas a dejar comer?’ Fueron dos segundos donde se conectó todo»

-¿Cómo llegas a Cancún?

– Cuando salí de la prepa, quería estudiar mercadotecnia o algo similar, pero en Guadalajara ya no pude entrar a la universidad por falta de dinero y porque trabajaba. Pero desde que era niño, yo me acuerdo que quería ser fotógrafo submarino. Leí un artículo de David Doubilet, el más grande fotógrafo submarino y dije “yo quiero hacer esto”. Entonces, si no podía estudiar y ya con esto en mente, pues agarré mis tres pesos y me vine a Cancún, así nada más. A ser fotógrafo submarino. No sabía si había una escuela donde estudiar o cómo le iba a hacer, pero eso quería yo.

En su ciudad natal, Javier había trabajado como bartender, mesero y hasta sacaborrachos, esta experiencia le sirvió para costear sus primeros años en Cancún, aunque pronto le llegó la oportunidad de certificarse como buzo y conseguir un trabajo en una marina.

-¿Cómo te acercas, al fin, al mundo del buceo?

-Un amigo me explicó que tenía que certificarme y me dijo dónde. Cuando por fin lo hice, me ofrecieron trabajo en una marina, pero me pagaban menos que como bartender, así que tuve que hacer el sacrificio, con tal de poder bucear y adquirir la experiencia necesaria. Yo lo vi como una inversión, porque, además, había pedido un crédito a la empresa donde trabajaba para pagar otro curso de instructor de buceo, que eran como 2 mil 500 dólares en total, y que me lo iban a descontar en un año. Imagínate, de por sí ganaba una miseria y me descontaban eso, además también comía en la marina y me lo descontaban. Terminaba a veces con quincenas hasta de 100 pesos, tenía que vivir de las propinas.

Aún con estas dificultades económicas, un equipo de buceo agujerado y forzado a llevar labores de mantenimiento del barco en el que trabajaba, Javier sacó las mejores notas del curso, motivado precisamente por el esfuerzo que le estaba costando sacar adelante su sueño. “Me costaba tanto, que me dije ‘es que no puedo fallar’”, recuerda.

Esta dinámica de trabajo, aunada a su facilidad para las relaciones públicas y quizá hasta un poco de suerte, le abrió una oportunidad de trabajo en la ciudad de Sharm el-Sheij, en Egipto. Una comunidad con vocación turística enfocada en el buceo y snorkel. Javier, entonces ya casado, decidió ir a probar suerte al continente africano.

-¿Cómo se da el viaje a Egipto y cómo fue la experiencia?

-Conocí al dueño de un negocio de buceo en Sharm el-Sheij, que resultó ser un amigo de un amigo. Platicamos mucho y terminó ofreciéndome trabajo. Fue un esfuerzo enorme llegar, tuvimos que acampar en el aeropuerto por ocho días, perdí mi pasaporte, etcétera, pero lo logramos. Ya allá, durante el transcurso de un año fui comprando la cámara, el housing, los brazos, la luz, hasta que me armé de equipo. Cuando por fin me metí al mar, las fotos eran espantosas, casi me doy un tiro. Me había gastado 15 mil dólares en todo eso y salían mal mis fotos. Entonces dije ‘lo que está mal no es la cámara, tengo que aprender a usarla’.

Paralelo a la gerencia de una tienda, que resultaba desgastante por sus horarios desde las 4 de la mañana hasta las 11 de la noche, recuerda que fue una época de miles de intentos y frustraciones hasta que logró conseguir los resultados que quería. Aunque casi no conserva testimonio de esta etapa, ya que como para él sólo eran prácticas, no guardaba las fotos.

Cuatro años y medio más tarde, ya con una hija y otro pequeño en camino, decidió regresar a Cancún y probar suerte con su propio negocio de fotografía submarina para buzos turistas. El negocio iba lento, pero la situación empeoró con la crisis de la influenza, en 2009. A pesar de que le representó enormes pérdidas, también significó un tiempo en el que pudo bucear diariamente con su cámara en las manos.

Fue entonces cuando surgió la idea de editar un libro con su trabajo. Tuvieron que pasar tres años para que juntara el material suficiente, reuniera fondos y contactara a la gente que pudiera diseñarlo y financiar la impresión. El proceso, además de significar dinero perdido, tiempo invertido y peleas conyugales, también fue un período de aprendizaje en el que conoció a grandes amigos.

Finalmente, al año de su publicación, el compendio ganó una medalla de plata en la categoría de libro de arte por una importante revista de diseño gráfico. “Bajo el Espejo, Retrato Submarino del Caribe Mexicano” sigue representando un orgullo para su autor, y marcó un precedente de lo que el futuro le deparaba.

El profeta y su tierra. En un principio, y contrario al vox populi de que nadie será ensalzado en su lugar de origen, los primeros reconocimientos que obtuvo Luis Javier Sandoval Alvarado fueron en Isla Mujeres por sus participaciones en el concurso “Ramón Bravo”, donde obtuvo el primer lugar por tres años consecutivos.

Javier recuerda que su primera participación en el certamen fue totalmente austera, ya que ahorró durante casi un mes para juntar los 3 mil 500 pesos de inscripción al concurso, y finalmente terminó zarpando hacia la ínsula sin un peso en la bolsa, ni siquiera para regresar a casa cabizbajo en caso de resultar derrotado.

“Te juro que me fui sólo con el dinero para el barco, no tenía ni para regresarme. Entonces me dije otra vez, como cuando estaba en el curso de instructor: ‘no me puedo dar el lujo de fallar, porque ahora, si no gano, ¿cómo rayos me voy a regresar?’”, confiesa entre risas.

Afortunadamente, regresó a casa no sólo con el galardón principal del concurso y el nada deleznable premio de 60 mil pesos, sino también con la motivación para seguir participando en certámenes fotográficos, rubro en el que empezó a cosechar una serie de éxitos que le dieron notoriedad a nivel internacional.

El primero de ellos fue el denominado Ocean Art, cuya recompensa le significó además cumplir su sueño de viajar al archipiélago Revillagigedo, en el Pacífico mexicano, donde pudo capturar otras instantáneas que le representarían más galardones.

Otros concursos de relevancia en su carrera son el italiano Asferico, donde obtuvo tres menciones en las categorías de “Vida Marina” y “Aves”; así como el organizado por la revista Ocean Geographic, en el que fue reconocido como mención honorífica en la categoría más difícil, “Portafolio”.

-¿Qué tiene de especial esta categoría?

-En esta categoría no te juzgan por una sola foto, sino por diez que recopilen tu trabajo. Hay mucha gente que luego critica que tuviste suerte o que estuviste en el momento indicado, pero en esta categoría, son diez fotos tomadas a lo largo de tu carrera. El juez era precisamente David Doubilet, a quien siempre he admirado mucho. Participo y gano mención honorífica. El hecho de haber ganado mención honorífica, con él de juez, fue algo muy importante para mí, porque él es, y posiblemente será, el mejor fotógrafo submarino que ha habido.

Ya en 2013, Sandoval Alvarado participó en el certamen más grande, prestigiado y con mayor difusión en el mundo. Aquel organizado por el Museo de Historia Natural de Londres junto con la cadena BBC y denominado Wildlife Photograper of the Year, donde obtuvo el primer lugar en la categoría de “Animales Marinos de Sangre Fría”.

“Del 15 de octubre a la fecha, más de 100 millones de personas han visto mi foto. Estando todavía allá me empezaron a mandar links de noticias en CNN, The New York Times, The Washington Post y The Guardian, donde sale mi foto. Obviamente por el carisma que tiene la tortuga de mi foto”, asegura con modestia.

Sin embargo, antes de cobrar tal notoriedad, Javier intentó acercarse el gobierno estatal para mostrarles su portafolio y ofrecer su trabajo como parte de la promoción turística de este destino, pero la respuesta siempre fue negativa. Lo mandaron con una agencia en la Ciudad de México que presuntamente asesora en imagen al gobierno del estado, donde lo único que consiguió fue un “nosotros te llamamos”.

“Es muy frustrante estar colaborando con revistas a nivel internacional y que aquí, donde lo pueden utilizar para promover a México, no lo utilicen”, acusa Javier, al tiempo que destaca el hecho de que, mensualmente, cientos de fotografías que manda a bancos de imágenes mundiales son utilizadas en los diarios de países como China, Rusia, Francia y Alemania.

Durante su estancia en Londres fue contactado por el embajador de México ante el Reino Unido, Alejandro Estivill, quien lo invitó a comer. Posteriormente, su fotografía apareció en el pabellón mexicano del evento de turismo World Travel Market. Luego de tantos años, el gobierno mexicano volteó a verlo por primera vez.

“Es un tema de confianza con el animal. Tengo fotos de los dientes de los cocodrilos, pero es porque ya los conozco. Sé cuándo me les puedo acercar y cuándo mejor me alejo”

-¿Qué sigue en tu carrera?

-A mí me encantaría editar un libro de los mares de México, ya tengo bastante material, que he ido recopilando a lo largo de varios años. Pero así más inmediato, que se podría ver en próximas semanas, es un libro de los cenotes y todo lo que hay en la Península de Yucatán, ya estoy en pláticas con editores. También me gustaría organizar una exposición itinerante que pueda visitar las ferias de buceo de México y el mundo para demostrar lo que hay bajo las aguas del Caribe Mexicano, como un atractivo más. Y pues seguir colaborando en las revistas a las que mando fotografías, por ejemplo, ya para diciembre o enero se publica en México Desconocido una serie que hice sobre el tiburón blanco en el Mar de Cortés.

Comunión con lo natural. A unos metros de la superficie, el agua comienza a absorber la luz de los colores, hasta dejar sólo el azul, por lo que además del equipo de buceo y fotografía, la distancia para que salga bien una foto debe ser mínima, a veces inferior a un metro de distancia, por eso no es fácil acercarse tanto a un animal para poder capturarlo con la lente.

Javier Sandoval recuerda que, en una charla entre expertos, surgió este tema del contacto con el animal, y los participantes coincidieron en que el fotógrafo debe ganarse la confianza y curiosidad del ser acuático para que éste deje tomarse la foto, pues para ellos sería muy fácil darse la vuelta e irse. Tienen, literal, todo un mar donde escabullirse de la mirada del buzo.

“Una vez en el Mar de Cortés vimos cientos delfines saltando. Me tiré del barco para tomar fotos y no pude capturar ninguna porque se hizo un perímetro de 10 metros a mí alrededor. Me esquivaban. Pero en otra ocasión me tocó ver ballenas amamantando a sus crías en Revillagigedo”, contrasta.

En este mismo lugar, recuerda una ocasión en la que alrededor de 10 mantas gigantes, de seis metros de envergadura cada una, estuvieron nadando a su alrededor, con curiosidad y analizándolo. Fue ahí donde sintió verdaderamente la comunión con la naturaleza y se preguntó cómo es que un ser humano puede hacerle daño a un animal con tanta belleza y esplendor.

Lamentablemente, hace más de 10 años que no ven una mantarraya en el Mar de Cortés, todas fueron depredadas por la pesca ilegal. Sus fotografías evocan sólo un recuerdo.

-Hablas de que la fotografía puede servir para generar conciencia…

-Es que ahí es cuando te das cuenta del poder de la imagen como arma de conservación. Si tú ves la foto, puedes decir ‘está padre’, pero si te cuento la historia detrás, te aseguro que en tu vida te vuelves a comer una empanada de manta. La fotografía tiene un poder muy grande, que se tiene que aprovechar para esto. Este poder ya lo aprovechan los políticos o las cuestiones sociales y se puede utilizar también para preservar el ambiente.

En el caso de Quintana Roo, la población de tiburones ha disminuido considerablemente. El fotógrafo recuerda que, en una ocasión, los pescadores se enteraron de la presencia de más de 40 animales en la zona y no tardaran ni tres días en matarlos a todos. La Semarnat no tiene los recursos ni la organización para hacer frente a este problema.

Pero quizá lo más preocupante ocurre en Cancún, con el impacto del turismo. Sandoval Alvarado revive una plática con especialistas de la UNAM de Puerto Morelos, quienes dicen que el peor problema de la región es el tratamiento de las aguas, ya que por más que sean tratadas y aunque no regresen al mar con desechos, sí lo hacen cargadas de nutrientes que provocan el crecimiento anormal de las algas.

Los tiburones son animales majestuosos. Un tiburón nunca se te acerca tanto como para una buena foto, tienes que irlos atrayendo con carnada. A veces es estar cebando la zona durante semanas”

Estas algas les quitan espacios a los corales y tapan los ya existentes, lo que provoca su muerte. La importancia de los arrecifes reside en que capturan y almacenan el dióxido de carbono. Al morir, este gas se libera a la superficie y representa una importante carga ambiental que termina afectando no sólo el área limítrofe, sino a todo el planeta.

“En México, acabamos de ser afectados por dos huracanes simultáneos. En Filipinas, hace poco fue el tifón más grande registrado en la historia. Cada año, la temperatura es más caliente en la Tierra. Así que no me vengan a decir que el cambio climático no existe, porque podemos demostrarlo con fotos”, concluye el fotógrafo subacuático.

****

Fotografías: Luis Javier Sandoval Alvarado

Texto publicado originalmente en Luces del Siglo

Deja un comentario